domingo, 10 de febrero de 2013

El hombre tranquilo

Con El hombre tranquilo (1952), hice mi primera incursión en la obra del director John Ford, un clásico del cine que se ha ganado a pulso un puesto entre los más grandes. Quizá esta película no tenga nada de especial con respecto a las otras, pero le guardo un cariño especial por dónde se desarrolla.

Sean Thornton (John Wayne) es un boxeador retirado que llega a Innisfree, su pueblo natal en Irlanda. Allí tratará de olvidar los malos recuerdos vividos en su etapa pugilística en Estados Unidos.
  
Como todo protagonista con un pasado atormentado, Sean tendrá que encontrar a una mujer que le haga superar los malos recuerdos a la vez que sacar su lado más sensible y romanticón. Ese papel recae sobre la ruda Mary Kate Danaher (Maureen O´Hara), a la que conoce poco tiempo después de llegar a Innisfree y de la que se enamora prácticamente en dos secuencias. Mary Kate le corresponde en sentimientos, pero no será tan fácil que puedan dar rienda suelta al amor ya que ella vive con su arisco y siempre enfadado hermano (Victor McLaglen), una de esas personas de pueblo que utilizando simplemente su mano podría matar a un animal sin importar el tamaño. Hasta aquí ya podemos imaginar (con acierto) que no le será demasiado fácil a Sean regresar de una gran ciudad a un pequeño pueblo y tratar de casarse con la hermana del que se convierte en su enemigo formal.

De esta película de John Ford, a mi personalmente me conquistó el paisaje y la música, en consonancia durante toda la cinta. Es un gran acierto por parte de Victor Young (encargado de la banda sonora) la elección desde la música ambiental, hasta las canciones entonadas en la taberna. En cuanto a las escenas en el exterior, Ford  y Winston C. Horch (director de fotografía) logran trasladar a cada espectador a las verdes praderas irlandesas. Mención aparte merecen los fabulosos planos y paisajes utilizados durante la carrera de caballos que protagoniza Wayne: simplemente excepcionales.

John Wayne aporta toda la solemnidad que el personaje requiere. Es fácil ver en sus gestos y en especial su mirada, el pesar de sus recuerdos de los que trata de huir toda la película. Cuando se le exige otro registro, por ejemplo cómico, cumple con las expectativas realmente bien.  

El guión también juega un papel importante que Frank S. Nugent resuelve con gran maestría. En manos de un reparto de lujo, además de Wayne (que injustificadamente no obtuvo si quiera una nominación al oscar), destacan Maureen O Hara en el papel de una mujer con carácter; Victor McLaglen (que sí fue nominado al Oscar como mejor actor secundario), como un hombre de campo bruto; y Barry Fitzgerald, como el abogado o notario del pueblo que se gana al espectador desde el minuto uno.

Una película que reúna estas características, no podía tener un final mejor que Wayne arrastrando a una O ‘Hara enfadada por las pocas ganas que ha mostrado su novio de enfrentarse a su hermano y poder casarse con ella, para que presencie como de una vez por todas soluciona el problema utilizando el viejo lenguaje de los puños.

Y reitero que es un gran final porque, aunque pueda parecer machista (como he escuchado alguna vez por feministas radicales), basta con ver la escena completa para comprobar que es el humor el verdadero protagonista y no la violencia.

En mi opinión, una de las mejores películas de la historia del cine, con un final imposible de mejorar. 

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